El sábado primero del octubre tomó posesión como gobernador del estado de Tamaulipas, Américo Villarreal Anaya, antes Senador de la República y médico cardiólogo de profesión. El nuevo gobernador es hijo de quien ocupara el mismo cargo en los años 1987-1993, Américo Villarreal Guerra. El padre fue un político ampliamente respetado que gobernó en los años dorados del Cartel del Golfo y de su líder, Juan García Ábrego. A Villarreal Guerra no se le señala directamente de proteger al “Capo del Golfo”. Sin embargo, pareciera haber mirado hacia el otro lado cuando la protección del narcotraficante, según las malas lenguas (incluso la de Miguel de la Madrid Hurtado), venía desde la Federación—y se dice que por parte del hermano de un expresidente mexicano.
Termina una era muy obscura en el estado de Tamaulipas. Cuando pensábamos que después de los exgobernadores priistas—presos por supuestos vínculos con la delincuencia organizada o denostados por cohecho y abuso de poder—no podía llegar nadie peor, se demostró todo lo contrario. Llegó a gobernar la entidad un personaje tenebroso, un panista sin escrúpulos, corrupto hasta la médula (según investigaciones oficiales) y servil a los intereses de los estadounidenses (de los tejanos en particular) y del gran capital transnacional en la industria de los energéticos. Francisco Javier García Cabeza de Vaca se despide de su rol de líder estatal sin poder dar la cara, sin asistir a la ceremonia de entrega de la gubernatura y en el punto más bajo de la carrera para cualquier político. Es considerado, por muchos, como el peor gobernador que ha tenido la entidad en toda su historia; y ello, considerando la trágica historia de este estado fronterizo, es decir demasiado.
Tamaulipas es un estado golpeado abrumadoramente por la delincuencia organizada y por la violencia más atroz. Es un estado donde desaparecen personas, donde la criminalidad organizada domina territorios completos, donde se fabrican culpables, donde se mata a placer, donde se masacra a los migrantes; es un estado donde no hay justicia. Lo que ha sucedido en Tamaulipas en los últimos años es quizás de lo peor que ha sucedido en nuestro país—entre otras tragedias en otros lugares, por supuesto. No se olvidan las fosas con cientos de personas, los campos de exterminio, los descabezados, los policías colgados, los cientos de habitantes desplazados a la fuerza de sus tierras, las balaceras entre “narcos”, los enfrentamientos entre mañosos y militares, los muertos, el terror constante.
Tamaulipas antes de Cabeza de Vaca era ya un campo minado, al que llegó a gobernar un hombre sin escrúpulos que estaba dispuesto a todo con tal de acceder a un poder más alto. El gobernador saliente incluso llegó a querer ser Presidente. Durante los últimos años no se ha dejado de hablar de él, de sus tropelías, de sus corruptelas, de los atropellos y los atracos que perpetró en contra del pueblo tamaulipeco. Al carro de la crítica se han subido muchos de último momento, quienes ahora cantan victoria de la salida, nada airosa, del gobernador más corrupto que quizás haya tenido el estado en su historia.
En Tamaulipas se respiran aires de cambio. Parece ser que a la gubernatura ha llegado un hombre “honrado” (está por verse) o quizás simplemente no tan perverso como su antecesor. No hay razón para creer lo contrario. La esperanza muere al final, en un estado que ya ha sufrido demasiado. Yo en lo personal, no tengo motivo para desconfiar de Américo Villarreal. Pero de eso a anticipar el éxito rotundo de una administración que apenas comienza hay una gran diferencia. Por el otro lado, aún quedan algunas dudas con relación a algunas de las personas cercanas al hoy gobernador. El tema de los hermanos Carmona sigue en el aire y las dinámicas propias de la política, la sociedad y la economía tamaulipecas plantean riesgos enormes y vínculos frecuentes con las obscuras fuerzas de la “maña”, el “narco” o la mafia tamaulipeca.
Por todo lo anterior, y principalmente por los enormes retos que enfrenta el nuevo gobierno de Tamaulipas con las arcas probablemente saqueadas y vastos territorios tomados por la delincuencia organizada, no es posible cantar victoria de forma anticipada. Es por ello que sorprendió el despliegue de frivolidad y politiquería el día de la toma de protesta de Américo Villarreal como gobernador. Sorprenden las múltiples fotografías, las sonrisas triunfalistas, así como los elogios y autoelogios de algunas figuras del oficialismo que cerraron filas y sellaron el triunfo de Américo Villareal—dándose cita en Ciudad Victoria, capital del estado tamaulipeco.
Llaman la atención, por ejemplo, los mensajes en redes sociales con grotescas fotos de Santiago Nieto Castillo al lado de su emperifollada mujer, donde envalentonado parece hacer del triunfo de Américo el suyo—debido quizás al apoyo efectivo que brindó al hoy gobernador en meses pasados. No es la primera vez que Nieto Castillo hace patente su excesiva frivolidad en un país de pobreza extendida y sediento de justicia, pero su oportunismo en esta ocasión resulta ofensivo, pues se trata de un estado muy golpeado como Tamaulipas. El no reconocer de inmediato el enorme trabajo que aún hay por hacer y los retos superlativos que plantea la paramilitarización criminal en un estado estratégico—exudando frivolidad en redes sociales—es tener muy poca conciencia o quizás muy pocos escrúpulos.
Por otro lado, sorprendieron las fotos oportunistas y los actos de campaña anticipados de funcionarios públicos que aprovechan cualquier foro para seguir posicionándose en las encuestas para encabezar la candidatura presidencial por el partido Morena. Destaca el falso pudor de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México y el séquito “espontáneo” que la acompañó. Me temo, por lo que estoy viendo, que pronto llegarán facturas por gastos excesivos de precampaña; espero me equivoque, pero no soy la única que lo piensa.
Otros miembros del oficialismo que se dan cita en todos los eventos para tomarse fotos, abrazarse y recitar consignas “antineoliberales”, hicieron acto de presencia también. Ellos formaron parte de un penoso despliegue de superficialidad y politiquería en un estado que aún sufre los muchos estragos de la paramilitarización criminal, la militarización de la (in)seguridad, la corrupción endémica y los gobiernos encabezados por gobernadores cercanos a la “maña” o mafia del Golfo o del Noreste.
Ojalá no les reviente en la cara a todos estos frívolos y oportunistas políticos el tema de las aduanas. Recordemos que por ahí anda quizás perdido el celular de un hermano mafioso asesinado que financió campañas del partido Morena en Tamaulipas. También recordemos que recientemente se extraditó a un líder clave del Cartel del Noreste a Estados Unidos. Por último, y aún más importante—como lo expresé en una columna anterior de marzo del presente año: Desde mediados de 2021, el Departamento de Justicia de Estados Unidos informó que la Procuraduría estatal de Texas investiga una red de tráfico de combustibles (le llaman coloquialmente “huachicoleo”) en Tamaulipas liderada por personajes identificados como financistas del Partido Morena (aquí la información: https://mexicocodigorojo.com.mx/2021/06/investigan-en-texas-a-red-de-huachicoleo-que-financia-a-morena-en-tamaulipas/).
Fuentes de inteligencia del vecino país revelaron que “las cuotas y el contrabando por la importación ilegal de hidrocarburos en pipas eran operadas directamente por parte de redes de contrabando en la Aduana de Reynosa, protegidas por los hermanos Carmona Ángulo. Uno de estos hermanos fue ejecutado en el municipio de San Pedro Garza García en Nuevo León y el otro hermano se acogió al Programa de Testigos Protegidos (Witness Security Program) del Departamento de Justicia de Estados Unidos. En el vecino país, los investigadores judiciales deben tener mucha información sobre la red de tráfico de combustibles. Los estadounidenses, fieles a su tradición, siempre tienen información que compromete a políticos mexicanos corruptos de todos los colores y de todas las ubicaciones en el espectro ideológico” (véase columna de mi autoría en este mismo medio titulada “Una Cabeza de Huevo en la Política Tamaulipeca”). Esto podría bien perjudicar a gente cercana al nuevo gobernador.
Como se señaló en marzo: “En toda esta trama, suenan los nombres de personajes allegados a Morena, por ejemplo, de quien fuera titular de la Administración General de Aduanas (AGA), Ricardo Peralta Saucedo; también se menciona el nombre del diputado federal Erasmo González Robledo; y del también morenista José Ramón Gomez Leal, cuñado del exgobernador hoy prófugo de la justicia. Y sobre este último—quien fuera gobernador y sobre quien existía (o existe) una orden de aprehensión—llama la atención que se haya podido escabullir, y que aún con el temor de la fuga, se haya hecho efectivamente “ojo de hormiga”.
Pues bien, el caso de Tamaulipas es complejo por muchos lados. La situación es aún muy complicada pues vastos territorios del estado están controlados por la delincuencia organizada, las aduanas son un desastre y Estados Unidos parece tener información que podría comprometer a más de un miembro del partido Morena. Por ello me sorprende el triunfalismo de tantos oportunistas frívolos que se ostentan como morenistas. Más les valía haber celebrado la caída del nefasto cabecismo con mayor dignidad y menos estridencia.
El problema de la seguridad en Tamaulipas no se resolverá de la noche a la mañana. El nuevo gobernador anuncia recientemente que la seguridad pública del estado estará a cargo de militares, formando así la “Guardia Estatal” de Tamaulipas. Esperemos que este cuerpo—que podría estar formado por militares—no se coluda con la maña. No queremos se forme otro grupo como los Zetas, ni reciclar a políticos corruptos en posiciones clave del nuevo gobierno. Esperamos de corazón una nueva era para el estado, una era de paz, justicia y Estado de Derecho para todos los tamaulipecos.
(*) Guadalupe Correa-Cabrera es profesora-investigadora de Política y Gobierno, especialista en temas de seguridad, estudios fronterizos y relaciones México-Estados Unidos. También es autora del libro: Los Zetas Inc.