Alfred Fraijo es un hombre exitoso, logrado, consumado. La palabra adecuada en inglés, accomplished, parece contener también la superación de escollos y dificultades en la vida, hasta llegar a donde la persona está ahora.
Eso es algo que le corresponde a quien nació hace 46 años en San Gabriel, de una madre inmigrante mexicana, una trabajadora que lo crió a él y a sus seis hermanos.
Por eso, tiene a su madre en el pedestal. Habla de ella con amor y cariño. Se le nota la admiración por esa madre soltera que llegó a Tijuana.
El padre era de aquí. “Fue troquero”, conductor de camiones. Transportaba cilindros enormes de asbesto. “Eso lo mató”.
“Mi padre ya no estaba con nosotros cuando salí” (del clóset).
Relata que sus antepasados llegaron a California durante la fiebre de oro de mediados del siglo 19. “Uno piensa que fue una historia solo de los europeos, pero también los mexicanos vinieron aquí por el oro”.
Alfred Fraijo es hoy considerado un destacado experto en transacciones inmobiliarias y uso de la tierra. Pero anteriormente, fue durante varios años socio del bufete de abogados Sheppard, Mullin, Richter & Hampton LLP, una de los 100 despachos más grandes del país, hoy con más de mil abogados. Y dice con orgullo que fue el primer latino y gay aceptado ahí como socio.
“Pero dejé el despacho de abogados para poder dedicarme más a este tipo de negocios”.
Desde entonces su vida es una serie de iniciativas, a cual más novedosa y atrevida, miradas al futuro y consideraciones originales. Y que siempre contienen un elemento comunitario. Son para fines de lucro, pero solo pueden lucrar si ayudan a la comunidad.
Nos encontramos entonces en un café de moda en Hollywood. Pido un capuchino descafeinado, que viene con un dibujito de espuma, y él un té chai, verde, espeso, brillante.
Hablamos sobre su vida y su carrera, sobre cómo ve los desafíos que enfrenta la comunidad latina y sobre las soluciones originales que brinda a los problemas cotidianos de la gente. Saltamos de tema en tema; yo, para descifrarlo. Él, para presentarse.
“Buscamos trabajar con gente que es amable, compasiva y de corazón abierto”, me dice sobre sus empleados y asociados.
Sí, es exitoso y tiene todas las credenciales para mostrarlo, incluyendo el orgullo. Su voz no es ni estentórea ni mandona como otros como él, sino suave. Se acerca a uno para hablar. Mira a los ojos. Habla con entusiasmo de sus ideas.
En su acción hay un componente personal hondo, deliberado. Es como si quisiera que su paso en el mundo deje huellas reconocibles, indelebles.
¿Por dónde empezar? Mientras avanzamos en la conversación va dejando caer otra iniciativa, otra empresa, otra idea, otra participación.
Por ejemplo, es miembro de la junta directiva de Self-Help Graphics & Art, el centro de arte comunitario en el Este de Los Ángeles. Es también presidente de la junta de East Los Angeles Community Corporation y es miembro de la junta de Leadership for Urban Renewal Network.
Su punta de lanza es Somos, el bufete de abogados con un contexto social, que fundó hace pocos años.
Somos tiene dos partes. Están los abogados y están los planificadores urbanos.
“La idea era crear un lugar de expertos para solucionar toda la gama de problemas. Entonces hay un abogado, un planificador, un experto en pólizas, otro en relaciones laborales”.
La diversidad y experiencia de vida de ellos es el ingrediente secreto para que puedan cumplir con su labor, afirma.
De esta manera, dice, ha desarrollado la capacidad de trabajar “con gobiernos locales y desarrolladores en planificación, zonificación, derechos, permisos y financiamiento”, como lo explica una página sobre él en el sitio de la Escuela de Derecho Loyola Marymount. Así puede presentar más opciones.
“Los clientes quieren soluciones que reflejen su sueño, su visión”, explica.
Fraijo elaboró ideas para la construcción de viviendas para los desamparados, como instrumento de un desarrollo inmobiliario encaminado a la justicia y desarrollo social. Viviendas que reemplazarían establecimientos industriales, mejorando al mismo tiempo la calidad del aire.
“Nuestra comunidad merece cosas hermosas”, repite.
Y habla de los emprendedores más arrojados, los más aventurados: los vendedores ambulantes de Los Ángeles, para quienes ha establecido una organización sin fines de lucro, que les ayuda a legalizar su trabajo con licencias de la ciudad.
Le pido que describa su salida o metamorfosis desde un alumno de la escuela intermedia Hollenbeck y la secundaria Roosevelt, ambos en el Este de Los Ángeles, a ser el primero de la familia en concurrir a la universidad, a estudiar y recibirse en la Universidad de Harvard, la primera fundada en Estados Unidos y una de las más prestigiosas del mundo, y luego en la Escuela de Derecho de la Universidad Loyola.
“Salí del barrio por necesidad de algo mejor. Y tuve personas con las que pude identificarme en las dos escuelas y que me animaron”.
Menciona a dos de sus maestros y luego, a Richard Alatorre, el político que descolló por su prolongada influencia en la Legislatura californiana como asambleísta durante 12 años y en el concejo municipal de Los Ángeles por 14.
“Cuando Alatorre supo que yo me iba a estudiar a Harvard, sin conocerme, contribuyó a mi beca, y con dinero para comprar ropa”.
Alfred Fraijo se fue a Harvard montado en las bases que le dio la comunidad. Una comunidad a la que le falta de todo, pero que tiene corazón. Y un lugar para volver. Es entonces uno de los destacados, los que dejaron el terruño para cursar estudios en las mejores universidades del país, pero que después volvieron a su origen para devolver lo entregado.
De la comunidad latina – habla de la necesidad de que cambie su imagen pública. “Somos más que sobrevivientes”; somos, explica, personas con control y capacidad de influenciar, de superar escollos. No solo en los negocios.
Y parece estar en todas partes.
Entre otros, es miembro de la Junta de California Harvesters, una empresa dedicada, dice su declaración de misión, a “crear empleos de mano de obra agrícola de alta calidad conectados a un ecosistema de apoyo… basado en el respeto, la dignidad y la oportunidad para los trabajadores y nuestra comunidad”.
También -y como miembro fundador- del Centro LGBT de Los Ángeles, considerada con sus 800 empleados la mayor organización de su género en el mundo.
Incluye entre sus oficinas al centro comunitario llamado sugestivamente “Mi Centro”, también fundado por Fraijo, en Boyle Heights.
“Mi Centro” ofrece una despensa (pantry) con distribución de alimentos; pruebas de VIH, asesoría jurídica que incluye “servicios gratuitos de inmigración, vivienda, cuidado de personas transgénero, violencia doméstica y delitos de odio”, dice su sitio, y finalmente grupos de apoyo para padres y amigos de gente LGBT.
Asimismo es directivo de la Iniciativa Política y Política Latina de UCLA (LPPI), que “proporciona investigaciones y análisis empíricos para aumentar la representación, ampliar las oportunidades y combatir la disparidad” en la comunidad latina.
En materia de coordinación y cooperación con organizaciones comunitarias, en 2014 fundó City Labs Boyle Heights, un operador de espacio de oficinas y salas de reuniones compartidos en donde convergen organizaciones sin fines de lucro, como California Community Foundation, de cuya junta forma parte, así como California Endowment, Los Angeles Community College District y otros, en vecindarios marginados de Los Ángeles.
En el trabajo conjunto con organizaciones comunitarias, su empresa provee los conocimientos necesarios para construir viviendas a bajo costo y velozmente.
En ese sentido ha creado Honor PAC, un comité de acción política que promueve a partir de 2005 temas latinos LGBT en el gobierno. “Son profesionales que construyen poder con talento dentro de la comunidad”.
Con su esposo han creado Toledo Capital, una empresa de inversiones edilicias enfocada en mercados de baja inversión en el área metropolitana. El es propietario y director ejecutivo, el esposo propietario y director de operaciones.
¿Por qué Toledo?, pregunto.
“Por la ciudad en España, porque es un modelo de diversidad, de desarrollo histórico de las culturas, por muchos años y hasta el día de hoy”. Y se interesa cuando le relato mi viaje personal a Toledo, y que fui a ver la sinagoga construida en 1180, expropiada en 1311 y convertida en iglesia.
Alfred Fraijo, 46, que busca la manera de ser un líder en la comunidad desde su perspectiva como constructor y organizador, y dice: esto, es solo el comienzo.