En la base aérea japonesa de Naha, en Okinawa, el rugido de los cazas F-15 eclipsa el sonido de los aviones comerciales con los que comparten pista.
Tres aviones despegan uno tras otro para comenzar el entrenamiento del día con simulaciones de combate, intercepciones aéreas, respuestas a ataques o misiones de emergencia para cortar el paso a aeronaves chinas sospechosas.
Estas maniobras rutinarias han adquirido un nuevo sentido de urgencia, afirma el teniente coronel Masatoshi Tanaka.
“Estamos muy nerviosos”, asegura. “Hemos lidiado con violaciones del espacio aéreo del territorio japonés a diario. Las actividades chinas se han expandido en número y nivel. Involucran drones, bombarderos y aviones de reconocimiento. Hay muchos portaaviones activos en esta área”.
En el centro del conflicto
Naha está en el archipiélago de Okinawa, ubicado en la primera línea de cualquier posible conflicto entre China y Taiwán. Esta isla autónoma, que Pekín reclama y prometió tomar por la fuerza si es necesario, se ha convertido en uno de los mayores focos de tensión del mundo, especialmente con el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y China.
Con un Pekín cada vez más beligerante, la seguridad de Taiwán se ha convertido en una creciente preocupación para Japón, anfitrión de la cumbre del G7 en Hiroshima este fin de semana. Y, como se espera que China domine la agenda de la cumbre, se ha revalorizado el papel del Estado nipón como pieza clave en la construcción de la estabilidad regional.
La guerra en Ucrania y un Indo-Pacífico cada vez más volátil han colocado a Japón en una “posición crucial en la alineación de poderes”, explicó Yoko Iwama, profesora de relaciones internacionales en el Instituto Nacional de Posgrado en Estudios Políticos.
“Somos el eje de la red de las alianzas y asociaciones que EE.UU. tiene en la región, y creo que los estadounidenses son conscientes de eso”, afirmó.
El rearme de Japón
El primer ministro japonés, Fumio Kishida, ha tomado medidas para remarcar eso. Japón normalizó en marzo sus relaciones diplomáticas con Corea del Sur en lo que ha sido bautizado como un “nuevo capítulo”.
Ese mismo mes Kishida se reunió con el primer ministro de India, Narendra Modi, y más tarde realizó una visita sorpresa a Ucrania, donde se comprometió a aportar $30 millones de dólares en ayuda militar no letal.
Bajo su mando, Japón ha anunciado su mayor rearme desde la II Guerra Mundial, comprometiéndose a duplicar el gasto militar para 2027, lo que le brindaría el tercer mayor presupuesto de defensa del mundo. Esto ilustra la necesidad urgente de Tokio de demostrar que puede defenderse por sí solo y también ayudar a su aliado más cercano, EE.UU.
Cualquier escenario de defensa involucraría a EE.UU. y Okinawa alberga la mayor concentración de tropas estadounidenses en Japón, país que también debe demostrar que puede estar a la altura en el conflicto. La esperanza es que esto sea suficiente para disuadir a Pekín y evitar un conflicto en la región.
Tensiones militares
Japón está lo suficientemente cerca como para verse salpicado por un conflicto que no desea, pero al que podría verse arrastrado.
En abril, cuando el ejército de China ensayó un cerco de Taiwán durante tres días de ejercicios militares, el Ministerio de Defensa de Japón detectó un portaaviones chino a unos 230 km al sur de la isla de Miyako, también parte del archipiélago de Okinawa.
Y cuando el año pasado China descargó su furia con pruebas de misiles tras la visita de la expresidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi a Taiwán, al menos cinco de los proyectiles aterrizaron a menos de 100 kilómetros de la isla japonesa más occidental de Yonaguni.
“Geográficamente hablando, estamos muy cerca de Taiwán y el sudeste asiático, tenemos una sensación de crisis“, advirtió Yoshitaka Nakayama, alcalde de Ishigaki. La isla está a aproximadamente una hora de vuelo desde la base aérea de Naha y es un pintoresco paraíso conocido por la pesca y la agricultura. Sus arenas blancas y aguas cristalinas han atraído durante mucho tiempo a turistas y aficionados al buceo.
Ishigaki también alberga ahora la nueva base militar de las Fuerzas de Autodefensa de Japón. Mientras los granjeros cultivan los campos que la rodean, los soldados custodian la entrada y las excavadoras modifican el terreno para su construcción.
Nakayama alega que necesitan protegerse: “Los buques chinos patrullan muy cerca. El equipo de lanzamisiles que tenemos es para defendernos. Es para protegernos en caso de que haya aviones o barcos que quieran atacarnos. Nosotros no estamos buscando la guerra”.
A principios de este año se trasladaron aquí unos 600 soldados, incluidos escuadrones con capacidad de lanzar misiles antibuque y tierra-aire en el mar de China Oriental y más lejos.
Ucrania como advertencia
Ishigaki y el archipiélago están muy cerca de dos puntos críticos: el primero las deshabitadas Islas Senkaku, controladas por Japón pero reclamadas por China bajo el nombre de Diaoyu; y el segundo, Taiwán, que está a 200 km.
Además, la invasión rusa de Ucrania ha aumentado los temores de un posible ataque chino. A medida que la guerra avanza en el este de Europa, se han planteado hipotéticas situaciones paralelas en este lado del mundo.
Según el profesor Iwama, hay algunas similitudes.
“El tipo de líder: Vladimir Putin y Xi Jinping. Pero también el reclamo de que un territorio que está gobernado por otro te pertenece“, afirmó. “La gente ve eso y tiene miedo de que pueda pasar aquí”.
Agrega que ver cómo se bombardean extensos territorios de Ucrania le trae recuerdos de la Segunda Guerra Mundial.
El miedo de la población local
Pero esos recuerdos también han enfurecido a las personas en Ishigaki, que temen que su hogar pueda verse envuelto de nuevo en un conflicto. Hay que recordar que Okinawa fue el epicentro de una batalla histórica entre los ejércitos de EE.UU. y Japón.
Ahora, casi ocho décadas después, una base militar ha traído de vuelta esos temores, dividiendo a una comunidad otrora muy unida.
Cuando Setsuko Yamazato, de 85 años, que perdió a cuatro miembros de su familia en la Segunda Guerra Mundial, escuchó que se estaba construyendo una base militar en Ishigaki, reunió a un “grupo de abuelas” para posicionarse en contra de la base.
“Lo primero que me vino a la mente fue, ‘otra vez no’”, asevera.
Todas las semanas, el grupo se concentra para protestar y cantar consignas frente a la base, sujetando el bastón con una mano y una pancarta con la otra donde se lee: “Den a nuestros hijos un futuro en paz”.
“Las Fuerzas de Autodefensa están llegando a la isla. Están construyendo una base de misiles aquí”, reclama. “Nuestra isla está protegida por el Dios de Miroku, no por los militares”.
La anciana, que de niña conoció de primera mano la guerra, espera no tener que sufrir otra en su vejez.
Asegura que no desea, de ningún modo, que Ishigaki “se convierta en un campo de batalla”.
“Nos hemos nutrido de la naturaleza y la cultura de esta isla. No quiero que eso lo destruya o nos lo robe la guerra”, sentencia.
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