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California

Voluntarios del condado de Orange viajan a la frontera a ayudarle a Santa Claus

Poco a poco fueron llegando cientos de personas con sus hijos, hermanitos o nietos, no querían quedarse fuera del alcance de un regalo, ya que podría ser la única oportunidad para que los pequeños recibieran un juguete nuevo en esta Navidad.

Silvia y sus tres hijos llegaron corriendo, pero esperaron con calma hasta que los voluntarios de la fundación “Los niños de la calle con Wendy” le entregaron una muñeca, un carrito y un dinosaurio a cada uno de los pequeños.

Inmediatamente una sonrisa floreció en el semblante de los niños, quienes abrazaron el juguete como si alguien se los fuera a quitar. Después de todo, tenían motivos para comportarse de esa forma, según su madre, en todo el año no habían recibido un juguete nuevo.

Elizabeth, madre de una pequeña en brazos, dijo que ella todavía estaba buscando qué hacer para comprarle un regalo a su pequeña de dos años. Explicó que con los bajos salarios y todas las necesidades que tiene la comunidad, tiene que hacer cuentas, “o compramos agua o compramos juguetes, no podemos comprar ambas cosas”.

Los pequeños reciben un juguete de parte de los voluntarios de la fundación.

Una de las señoras formadas al inicio de la fila que se hizo para recibir los juguetes, dijo que lo que en realidad la comunidad necesita es agua, electricidad, drenaje y material de construcción para construir casas, “es por eso que ve mucha gente aquí”, subraya. “Aquí la gente no tiene para regalos”.

Los cientos de pequeños que recibieron un juguete viven en la colonia la Nueva Esperanza, conocida como ‘Cartolandia’,  a unos kilómetros al oeste de la garita San Ysidro, cerca de Otay Mesa.  

Aquí, donde recientemente se abrió una bodega de Amazon, la gente vive en condiciones paupérrimas, sin los servicios más básicos, con casas construidas de cartón y en el mejor de los casos de madera y techos de lona. Debido a la falta de luz, la comunidad dijo que al meterse el sol, la gente también se guarda, no tanto porque no se puede ver bien, sino por lo peligroso en lo que se transforma el barrio.

Los voluntarios de ‘Los niños de la calle con Wendy’ que llegaron del condado de Orange, como a las 11 de la mañana del sábado 17 de diciembre, bajaron los regalos y no hicieron esperar a los niños que parecían impacientes de recibir un juguete.

Residentes de la colonia la Nueva Esperanza en Tijuana.

“Se necesita ver para creer el nivel de pobreza en el que vive esta gente”, dijo Margarita Trujillo, una de las fundadoras de la organización y que desde hace 16 años ayuda a los pequeños de Tijuana.

“La gente me pidió tenis, ropa, ropa para bebe, cobijas y chamarras para combatir el frío”, agrega. “Esperamos que para la próxima ocasión podamos tener más de las cosas que la gente necesita”.

Margarita fue la encargada de entregar la ropa, pañales y otros utensilios a las madres que se le acercaban y le pedían algunos artículos de primera necesidad, en una comunidad donde las temperaturas y el aire hacen que muy temprano se partan los labios del frío.

Incluso, algunos están “pidiendo a Dios” para que no les llueva en estas fechas. “Es que si llueve se nos cae el techo, se nos mete el agua a la casa y olvídese. El suelo no es concreto, es tierra. Ya se imaginará como se pone”, comentó un padre de familia que llegó con sus dos hijos para recibir regalos. El señor de complexión delgada y rostro medio pálido y triste, prefirió no dar su nombre.

Margarita Trujillo entrega ropa a las madres de la colonia la Nueva Esperanza, una de las zonas más pobres de Tijuana.

Muchos de los residentes que viven en esa comunidad son personas que han sido desplazada de sus lugares de origen, ya sea de los estados del sur de México o algunos de Centroamérica, pero prácticamente han empezado sin nada, en un lugar cerca de unos tiraderos de basura, donde parece no afectan a las autoridades y a los tijuanenses ya establecidos, pero que carecen de todos los servicios. En esa comunidad si quieren agua, tienen que hablar por teléfono y pagar por una pipa que les suministre el vital líquido, de lo contrario, no tendrían para beber.

José Luis Trujillo, creador con su esposa y sus hijos de la fundación, dijo que en esta ocasión llevaron cerca de 500 juguetes nuevos para los pequeños, pero anualmente visitan diferentes localidades de Tijuana para llevar un poco de alivio a los asilos, orfanatorios y lugares que apoyan a migrantes.

“Le damos gracias a la gente que con sus donaciones hace posible esto. Nosotros simplemente somos los intermediarios que venimos a tratar de hacer la vida de las personas que menos tienen un poco menos pesada”.

Condiciones de los hogares de la colonia la Nueva Esperanza en Tijuana.

Agregó y agradeció también a todos los voluntarios y a todas las personas que con su trabajo hacen la diferencia para que el trabajo de la fundación continúe.

17 años de ayuda

“Los niños de la calle con Wendy” nació a consecuencia de la muerte de la maestra Wendy Trujillo de 28 años de edad, en un accidente automovilístico en el 2005. Ella era hija de José Luis y Margarita, quienes más tarde se enteraron que cuando su hija viajaba a Tijuana, lo hacía con organizaciones que ayudaban y enseñaban a leer a los niños necesitados de la ciudad fronteriza, es por eso que en honor a su hija Wendy, en el 2006 nació la fundación que desde entonces no ha dejado de ayudar a los más desprotegidos de la ciudad mexicana, entre otras obras y trabajos que realizan a nivel local en el condado de Orange.

Las personas que quieran participar de alguna forma en el trabajo que se realiza en Tijuana con los abuelitos abandonados, los niños sin padres o inmigrantes que buscan empezar un mejor futuro, pueden visitar www.fundacionwendy.org,  hablar al 714-635-0130  o enviar un mensaje al mail@fundacionwendy.org.

Voluntarios

Generalmente el viaje a Tijuana es el sábado muy temprano desde el condado de Orange, en autos y camionetas viajan como a las 6 a.m., para llegar a desayunar a la ciudad fronteriza y luego de un buen platillo, las personas participan en las tareas de ayuda por varias horas.

Las actividades van desde  entregar regalos, comida, ropa nueva, cobijas, mochilas con útiles o participan en tareas para ayudar en lo que los niños, abuelos o migrantes necesiten.

En ocasiones viaja gente que sabe de construcción, de cuidados básicos de enfermería o simplemente para realizar actividades de limpieza que terminan siendo una gran diferencia en la comunidad que se esté visitando.

“Es una experiencia totalmente diferente”, explica Antonia, una voluntaria que participó el sábado 17 de diciembre por primera vez en la fundación. “Conocer las grandes necesidades que tienen las personas, algunas que uno ni se imagina es de gran valor. Además, uno se siente feliz al ver las sonrisas de los niños al recibir un juguete en sus manos. Sin exagerar, es una gran experiencia”.

Antonia invitó a todas las personas que puedan viajar a la frontera a que se animen y no esperen más.  

“Es algo inexplicable y muy, pero muy bonito”, subrayó.

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