Dos familias que salieron de Colombia en busca de una mejor vida en Estados Unidos están desesperados en busca de un techo en Los Ángeles, ya que de 8 días que llevan en esta ciudad, tres han dormido en la calle.
“Necesitamos ayuda para acomodarnos los 7. Queremos tener un techo para salir a buscar trabajo. No venimos a hacer daño sino a trabajar duro. Queremos hacer las cosas correcta y honestamente”, dijo Andrés Ordoñez, quien junto con su esposa Jennifer Rivera y sus hijos Alisson de 13 años y Samuel de 5 años salieron de Bogotá, Colombia el 10 de noviembre
Con ellos vinieron Julio César Iglesias y su esposa Jessica Rivera, hermana de Jennifer, y su hija Natasha de dos años.
“Perdimos nuestro apartamento en Bogotá durante la pandemia. Luego quisimos emprender un negocio y nos fue mal. No pudimos pagar y empezaron los problemas. Nos vimos obligados a salir”, dice Andrés.
Su cuñada Jessica Rivera y su esposo Julio César Iglesias, quienes también pasaban por una situación económica complicada decidieron unírseles en el viaje.
“Fue una travesía de muchas paradas hasta que llegamos a Tijuana, y cruzamos por las montañas hacia Estados Unidos. Ahí nos agarró la Migración. Nos llevaron a unas bodegas y empezó la presión”, relata Andrés, secundado por su esposa, su cuñada y concuño.
Julio César dice que separaron a hombres y mujeres, y no supieron unos de los otros por 4 y 5 días hasta que los soltaron.
Pero esos días bajo la custodia de migración fueron agonizantes.
“Es como un cárcel con doble castigo porque no sabíamos nada de nuestras familias”, dice Andrés.
Además las condiciones eran precarias.
“Dormíamos en el piso. Hay gente que dormía parada porque no había espacio; y fue difícil para mi hija Alisson que sufre de asma”, dice Jennifer.
Andrés agrega que eran objeto frecuente de malos tratos y hasta de empujones.
“Cuando nos preguntaban porque habíamos dejado Colombia, y les explicábamos, nos decían que eran puras mentiras. Eso dicen todos, repetían rudamente”.
Jennifer cuenta que antes de venir a Estados Unidos, pensaba que recibirían un mejor trato de parte de los agentes de migración.
“Nos gritaban. Nos tiraban las cosas. Nos tocaba pelear por la comida. Los botes de leche para los niños, los arrojaban a un colchón. Ahí están, agárrenlos, nos decían como si fuéramos perros. Hay hombres y mujeres terribles que trabajaban en migración. Son muy groseros”.
Al grado – dice Andrés – que si su esposa no le pide que se calme, se hubiera metido en problemas con uno de los agentes que los maltrató.
Finalmente salieron de la detención migratoria, y los pusieron en un hotel en San Diego, donde tuvieron que quedarse más días de lo esperado porque se contagiaron de covid-19.
“Cuando se recuperaron, la Iglesia Católica les compró los pasajes para venir a Los Ángeles. Nos dijeron que aquí había más trabajo”.
Sin embargo, en esta ciudad se han topado con una gran dificultad para encontrar un lugar donde vivir.
“Una noche, un muchacho nos ayudó a alquilar un cuarto, pero casi nos lleva la policía porque nos metimos los 7, y el hotel solo tenía dos camas”.
Fue uno de los días de lluvias que Marco Topete, quien estuvo varios años en el Centro de Detención de Adelanto, se los encontró en una estación de gasolina en el Valle de San Fernando; y quien a partir de ese día, los ha estado ayudando.
Después de días y larga horas de caminatas, encontraron un albergue por 90 días para la familia de Julio César, su esposa Jessica y su bebé de dos años.
No ha sido así para la familia de Andrés y Jennifer y sus dos hijos.
“Nos dieron un donativo de 500 dólares para pagar el hotel, pero lo menos que nos cobran por un cuarto son 85 dólares”.
Con lágrimas en los ojos, Jennifer dice que lo más duro de emigrar, ha sido ver a sus hijos sufrir.
“Venimos a luchar. Somos guerreros”.
Su esposo comparte que el corazón se les desgarra cuando sus niños les dicen que tienen sueño, frío o cansancio.
“En esos momentos, uno siente un dolor tenaz; y se encomienda a Dios porque uno como quiera, pero ver sufrir a los niños, es tremendo”.
Jessica dice que conseguir un albergue se les ha dificultado por las aplicaciones y formularios que les piden llenar, y porque son emigrantes, y luego los ponen en lista de espera.
“Nos dicen que no hay presupuesto y no nos pueden acomodar”.
Julio César dice que la experiencia de emigrar ha sido un trauma psicológico.
“Nunca habíamos vivido algo así. Uno se defiende, pero los duele ver a los niños sufrir”.
Ambas familias suplicaron a los angelinos que los ayuden por uno o dos meses con vivienda.
“No queremos todo regalado, solo un apoyo por dos meses con una vivienda para acomodarnos. Sabemos hacer las cosas y trabajar. Nos defendemos”.
Topete junto con Martín Valles y el pastor Guillermo Torres los han estado apoyando y tratando de conseguirles vivienda y un abogado de migración.
“Cuándo veo estos casos, me da coraje, y me pregunto dónde están las organizaciones que apoyan a los inmigrantes”, dice Topete.
Una cuenta de GoFundMe está en proceso para recaudar fondos para estas familias, mientras tanto las personas que quieran ayudarlos, pueden escribir a: araceli.martinez@laopinion.com